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El ranchero y la anciana

Un ranchero va, con el mecánico para que le arregle la camioneta. Como no iban a poder arreglarla en seguida, decide volver caminando a su rancho, que no quedaba lejos. Al salir del pueblo se detiene en la ferretería a comprar un balde y un tarro de pintura. Luego pasa por la carnicería y compra 2 pollos y un pedazo de cordero. Pero al salir de la carnicería se da cuenta de que tenía un problema: cómo llevar a su casa todo lo que había comprado. Mientras se rasca la cabeza se le acerca una anciana que le pregunta:
- ¿Me podría decir como hago para llegar al rancho de los Rodríguez?
El hombre le contesta:
- Bueno, mi rancho está muy cerca de la de ellos. Con gusto la acompañaría hasta allá pero no puedo llevar todas estas cosas que compré.
La vieja le dice:
- ¿Por qué no pone la lata de pintura en el balde, agarra el balde con una mano, se pone un pollo debajo de cada brazo y lleva el cordero con la otra mano?
- ¿Sabe que tiene razón? -contesta el hombre
Empiezan a caminar y a los cinco minutos el hombre le dice:
- Tomaremos un atajo que pasa por ese monte. Así nos ahorramos un montón de camino.
La anciana lo mira cautelosamente y le dice:
- Yo soy una viuda solitaria sin marido que me defienda. ¿Cómo sé yo que Ud, cuando entremos al monte no me va a poner contra un árbol y me va a violar?
El hombre dice:
- ¡Por Dios santo señora!! Estoy cargando un balde, una lata de 5 litros de pintura, dos pollos y un cuarto de cordero. ¿Me quiere decir como hago yo para ponerla contra un árbol y violarla?
A lo que la vieja responde:
- Ponga el cordero en el suelo, tápelo con el balde, ponga la pintura encima del balde y yo le sostengo los pollos…

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El ranchero y la anciana

Dolor de cabeza

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Juan tenía mucho éxito en su carrera, no tenía problemas económicos y era muy querido por sus amigos. Sin embargo, con el tiempo empezó a sufrir Dolores de cabeza, ligeros al principio, pero que fueron aumentando de intensidad hasta llegar a ser insoportables. Cuando su salud, su trabajo y su vida amorosa empezaron a ser afectados por este problema, Juan se decidió a consultar con un médico especialista y lo examinó, realizó varios análisis, y exámenes de toda clase.
– Le tengo una noticia Buena y una Mala. La Buena es que puedo curarle sus Dolores de cabeza. La mala es que para hacerlo tendré que castrarlo. Usted sufre una rara condición en la que sus testículos oprimen la base de su columna vertebral, y eso es lo que le causa Dolores de Cabeza. La única manera de remediarlo es quitándole sus testículos.
Juan quedó anonadado y deprimido, pero sus jaquecas empeoraban día con día, y preso de la desesperación decidió someterse a la operación. Al salir del hospital, el dolor de cabeza había desaparecido por completo, pero se sentía desanimado, como si le faltara una parte de sí mismo (obviamente). Caminando por un parque, se puso a pensar, y decidió que, puesto que se sentía como una nueva persona, empezaría su vida de nuevo. Animado, pasó frente a una sastrería.
“Eso es lo que necesito” se dijo a sí mismo, “Para empezar: un traje nuevo”.
Así que entró en la tienda y le dijo al vendedor que necesitaba un traje nuevo. El vendedor lo observó por un momento y dijo:
– Muy bien, es talla 44
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo
Juan se probó el traje, y le quedó perfectamente. Mientras se observaba en el espejo, el vendedor Le dijo:
– ¿Qué le parecería una camisa nueva?
Juan lo pensó por un momento, y respondió:
– Claro, ¿por qué no?
– Veamos, necesita una 34 de mangas y dieciséis de cuello
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo
Juan se probó la camisa, que le quedó muy bien. Mientras se veía en el espejo, el vendedor Le dijo:
– Le convendría tener también zapatos nuevos.
Juan estaba cada vez más animado
– Por supuesto.
El vendedor echó un vistazo a los pies de Juan.
– Deben ser de talla nueve y medio
Juan estaba asombrado.
– ¡Exacto! ¿Cómo lo supo?
– Es mi trabajo
Mientras Juan admiraba sus zapatos nuevos, el vendedor le preguntó:
– ¿Desearía también ropa interior nueva?
Juan lo pensó por un segundo, pensó en la operación que acababa de sufrir, y dijo:
– De acuerdo
– Muy bien, deben ser calzoncillos de talla treinta y seis.
Juan se rió:
– No, amigo, se equivoca. He usado talla treinta y cuatro desde los dieciocho años
El vendedor negó con la cabeza.
– No es posible que use treinta y cuatro. El calzoncillo sería demasiado apretado. ¡Le presionaría los testículos contra la base de la columna vertebral y le produciría un terrible dolor de cabeza!

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