Análisis de Hellblade: Senua’s Sacrifice

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Analizado en Xbox One X. Copia digital proporcionada por Ninja Theory.

El año pasado salió

Hellblade: Senua’s Sacrifice

para PlayStation 4 y PC, ahora lo hace en Xbox One. Ya entonces hablamos de él, por lo que si queréis leer nuestra anterior análisis y profundizar en lo que depara el último trabajo de Ninja Theory, solo tenéis que pinchar en el enlace que aparece al mencionar el nombre del juego en este texto. Está claro que el estudio británico que nos ofreció

DmC

en su día tiene una fijación por las pelirrojas y las espadas, primero con

Heavenly Sword

, luego con

Enslaved: Odyssey to the West

y ahora con este atrevido

Hellblade: Senua’s Sacrifice

. Por eso hemos querido volver a ese loco infierno vikingo de leyendas, almas torturadas y alucinaciones que tan buen regusto nos dejó en el pasado, porque las grandes historias, como es ésta de Senua, merecen ser cantadas por los bardos más de una vez.

Hablar del argumento es hablar de un peregrinaje, de un descenso a los infiernos en los que el camino merma al caminante a cada paso, pero en el que nada importa mientras consigamos llegar a nuestro destino. En este caso, Senua se embarca en la imposible tarea de rescatar el alma de Dillion, su amado fallecido, de la diosa nórdica de la muerte, Hela. Cuanto menos contemos mejor, hacednos caso, pero adelantamos que este viacrucis mutilará el cuerpo y la mente de nuestra protagonista, ya que pasará por penurias, peligros y se enfrentará a sus propios demonios… muchos de ellos atrincherados dentro de su psique. El arranque del juego nos pone en situación, con Senua remando río arriba mientras deja atrás su pasado y se adentra donde nadie querría ir nunca, todo eso mientras las voces de su cabeza cuestionan y discuten todo lo que presencia (recomendamos unos buenos auriculares orejeros para reforzar la inmersión). Dejar la canoa a la deriva no es más que quemar los puentes para no regresar, hemos empezado este camino y lo vamos a terminar, cueste lo que nos cueste.

El juego entremezcla géneros de una forma muy particular. Por momentos sentiremos que estamos ante un walking simulator pero en tercera persona, de esos en los que contemplar el paisaje será nuestro cometido más complicado. Gran error. Sí, hay coleccionables, runas que nos contarán la historia de los dioses, de cómo se creó el mundo… de cómo hemos llegado aquí. Pero hay mucha caminata, el infierno está lejos y el sendero es tortuoso. Bello como pocos hemos visto, pero tortuoso. Empezaremos con puzles sencillos, casi siempre enfocados a buscar la forma de una runa en el entorno o a alinear cuervos. Poco a poco empezaremos a dudar de todo, a mirar a través de portales que cambian nuestra realidad mientras que luchamos con demonios sacados de la mente más enferma. Todo muy secunciado, caminata, puzle, caminata, combate, caminata, puzle… siempre con las voces en la cabeza, con un monólogo que no cesa y susurros que se entrelazan con cada cosa que hacemos, juzgando, animando, minando nuestra moral.

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Hellblade: Senua’s Sacrifice