Análisis de Fight’N Rage

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Analizado en Nintendo Switch. Copia digital proporcionada por Blitworks

Hablar de retro hoy día ha dejado de ser una excepción sino más bien la regla. La industria cultural del videojuego tiene uno de los pilares más grandes en la llamada escena indie y es por eso que cada mes contamos con decenas de títulos nuevos, de escaso precio pero sólida diversión que nos acompañan en los tiempos muertos entre las grandes producciones de first y second parties. Los que allá por los 90 disfrutábamos de consolas con cartucho y recreativas a cinco duros la partida hemos crecido y seguimos consumiendo juegos de este estilo… y mientras haya demanda existirá la oferta.

Sebastián García es probablemente uno de esos desarrolladores con más alma de jugador que otra cosa, que durante años ha ido haciendo videojuegos para diferentes tipos de plataformas, pero siempre a una escala menor. Las tiendas de aplicaciones, los entornos de desarrollo como Unity o Unreal Engine 4 y el acceso a los mismos han democratizado la creación de juegos y nos han llevado a todos a esta primavera de las flores y los indies. Para él no ha sido distinto que para otra infinidad de estudios pequeños de 10 o 12 personas y que a veces, como el caso que nos ocupa, se quedan en simplemente una one man band. Fight’N Rage ha sido, deliberadamente además, desarrollado para tocar todas y cada una de esas fibras que nos hacen rememorar aquellos tiempos pasados. Si existe un género que haya juntado lo doméstico y lo arcade, lo individual y el equipo, y que haya sobrevivido al paso de los años, ese es el de los Beat’em up. Los llamados ‘Yo contra el barrio’ que Final Fight y Streets of Rage abrieron el paso en lo doméstico y que Cadillac and Dinosaurs hizo en los salones recreativos.

Una vez pasadas varias fases de desarrollo y otros tantos nombres provisionales nos llega a PC y Switch casi sin hacer ruido, apareciendo de imprevisto en sus respectivas tiendas de aplicaciones. Nos situamos en un mundo postapocalíptico entre mutantes y humanos, con numerosas referencias estéticas a Las Tortugas Ninja o incluso Battletoads y podremos encarnar, inicialmente, a Guy, F. Norris y Ricardo. Son, sin dar muchos rodeos, los que a su vez nos permiten cambiar un poco nuestro estilo de juego en un eje de abcisas que va de la velocidad a la fuerza. El resto de detalles del guión poco importan y son prácticamente accesorios pues el título se centro totalmente en su gameplay.

En términos de jugabilidad y desarrollo el juego no hace ningún tipo de aspaviento y es fiel a lo que nos tenían acostumbrados los grandes del género en su época. Un camino lineal salvo contadas excepciones en el que queda a nuestro antojo tomar una bifurcación u otra que son, precisamente, el suelo en el que se sustenta que un juego tan simple conste de 56 finales. Es rápido y además es capaz de acelerar cuando toca, donde un a veces elevadísimo número de enemigos se junten en pantalla para poder líarnos a mamporros como si lo fueran a prohibir. Cabe destacar aquí que un arcade stick no está de más para hacer la experiencia lo más cercana a lo arcade posible. Para eso y para no dejarte un pulgar en el intento (servidor puede dar fe de ello).

El juego es rápido pero eso no significa que sea fácil. La curva de dificultad está bastante ajustada y a veces es más una pendiente que otra cosa y tendréis que echar más créditos para seguir con la aventura. No, el juego no cuenta con una manera de guardar la partida, ni tener varios recorridos con diferentes personajes, avanzados al mismo tiempo. En la memoria queda una sola configuración de personaje y tiempos, que podremos continuar desde el sitio más lejano al que hayamos llegado, siempre y cuando no empecemos otra partida con otra configuración distinta. Mientras tanto, si te eliminan, hay que echar otros cinco duros. Sí, con su cuenta atrás y todo, porque hasta en esa clase de detalles Fight’N Rage quiere que te sientas como en un salón recreativo.

Gráficamente, y aunque pudiera parecer que quiere emular aquella época de los 16 bits, ni una Super Nintendo ni una Mega Drive serían capaces de moverlo. Efectos de iluminación dinámicos, un scroll paralax que no cuenta con capas fijas sino con cierto 3D en perspectiva caballera que, por qué no reconocérselo, le queda genial. El número de enemigos en pantalla puede ser abrumador a veces y no son enemigos precisamente pequeños. Los sprites están hechos a conciencia, de gran tamaño, con un diseño cercano al “super deformed” y que recuerda a ese diseño de todos aquellos ports de las versiones grandes de Neo Geo en su hermana pequeña, la Neo Geo Pocket Color. Además, no son sprites de movimientos toscos sino que están formados por muchos frames que dan una sensación de suavidad y fluidez que conforman un resultado perfecto. Cero tendencioso, técnicamente es una maravilla que es simple y llanamente lo que pretende ser, ni más ni menos. Mención aparte queda la melodía y los efectos de sonido, que, y en el enésimo guiño a los 90, tiran de guitarras eléctricas estridentes. La música acompaña y cumple.

Un producto que se disfruta más en compañía y es ahí dónde Switch permite de forma más fácil acercarse pues los JoyCons son más que suficientes. Sus controles no pasan más allá de el botón de puñetazo y ataque especial, más allá de los desplazamientos verticales, y de los 3 o 4 combos posibles según la concatenación que hagamos con ellos o el nivel de machaque de los botones al que queramos someter a nuestros pads sin ton ni són, que también funciona. Se echan de menos algún tipo de power ups que hicieran de cada partida algo diferente y más dinámico.

En definitiva, un juego bonito, especialmente satisfactorio gracias a las cuidadas animaciones y los efectos de sonido. El reto que propone se ancla más en algunos de sus bosses, que no son moco de pavo, y en el tesón y ganas que pongamos por conseguir coleccionables como trajes y finales. O para desbloquear los clásicos modos de juego de otros juegos del estilo como el contrarreloj, el modo combate individual, práctica etc. Es esta, su rejugabilidad, quizás, el mayor de los peros que se le pueden poner, no siendo precisamente uno pequeño.

Si tienes con quien jugarlo (hasta 5 personas simultáneamente) compensan más cada uno de los 19,99 euros que cuesta. Si no, es un buen pasatiempos para momentos donde no encontramos qué jugar o simplemente, para salir del paso machacando botones… y perdiendo algún dedo por el camino.

Alternativas

Desde los clásicos como Streets of Rage o Final Fight hoy presentes en casi cualquier plataforma, a nuevos como River City Girls.

Los gráficos, la música y en general el apartado técnico. Los enormes y fluidos sprites.

Se hace repetitivo pasadas 3 o 4 horas de juego.

Todo está pensado para aquellos que disfrutaban los recreativos hace 25 años. Para quien disfrute el género es un soplo de aire fresco.

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Fight’N Rage