Análisis de The Bunker

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Versión analizada Nintendo Switch. Copia digital proporcionada por Wales Interactive.

Que las aventuras gráficas son un género con solera, lo sabemos todos. Incluso la mayoría sabe que hubo un tiempo en el que se apostó por las aventuras con video grabado, películas interactivas que se beneficiaban del aumento de capacidad de las unidades ópticas para ofrecer secuencias completas con actores o dibujos animados que guiábamos con nuestras decisiones. Dragon’s Lair fue un éxito muy sonado por aparecer directamente en recreativa y por los diseños del mago Don Bluth, pero no fue hasta el asentamiento del Laserdisc y del Compac disc que pudimos disfrutar de este tipo de juegos en nuestra propia casa. Quedarán para el recuerdo ese Zelda para CD-i, las locas propuestas para el Mega-CD de Sega o el juego sobre Expediente X que llegó a la primera de las PlayStation en nada menos que cuatro cds (la versión de PC tenía siete). Que ahora llegue Splendy Games y pretenda revitalizar el género tiene tanto mérito como atrevimiento, sobre que todo porque después de probar fortuna en casi todas las plataformas conocidas hace como cosa de medio año, prueba fortuna en nuestra versátil Nintendo Switch.

Y que no os lleve a engaños, The Bunker mantiene los mimbres de las aventuras “Full Motion Video” de siempre, porque no son otra cosa que una sucesión de videos engarzados de forma lineal según nosotros elegimos entre las opciones de la pantalla. Casi siempre serán textos o caminos, lo que desembocará en que se reproduzca un video u otro, en ocasiones, el mismo que ya hemos visto si decidimos pasar por un lugar ta visitado o realizamos la misma acción varias veces. De esta forma, la gracia reside en el argumento y en la producción, porque la jugabilidad inevitablemente se ve lastrada por una estructura obviamente lineal por mucho que en Splendy Games tengan buenas ideas para sorprender al jugador. Podrán enmascarar el recorrido, pero que a nadie le sorprenda ni la duración efímera ni la simpleza de la jugabilidad.

The Bunker cuenta con actores profesionales como Adam Browm, al que vimos en el papel de Ori durante las tres innecesarios entregas de El Hobbit. A su lado, secundarios británicos que hemos visto en series como Penny Dreadful o Game of Thrones, como Sarah Greene o Ralf Kenning. Y paramos de contar, algún que otro extra para hacer bulto y poco más. También porque The Bunker propone una historia intimista, que como bien podemos intuir, tiene lugar en un búnker. Nuestro protagonista, John, ha nacido en el búnker. Su madre le dio a luz justo cuando la bomba nuclear lo arrasó todo, y desde entonces, ha mantenido día a día las mismas directrices para seguir con vida. Sus vitaminas, medir la radiación, comprobar los niveles del refugio, comer melocotones en almíbar… todos los días lo mismo para sobrevivir. Treinta años dentro de esos túneles, de esas oficinas, de esos almacenes vacíos de vida y esperanza. Porque John, tras morir su madre, es el último habitante del búnker. Como era de esperar, algo pasa. El ordenador da un error de diagnóstico y toca cambiar los fusibles del nivel dos. Con todo lo que ello supone, sobre todo a nivel emocional. Porque John ha sufrido pérdidas, la de otros supervivientes, la de su madre y todo ha desembocado en un bloqueo que le impide aventurarse en los mismos pasillos en los que hace años jugaba de pequeño.

La aventura gana en matices conforme progresamos, gracias a los flashbacks que nos ponen en antecedentes de lo que allí ocurrió y que explican la situación a la que se ha llegado. Pero por mucho que escuchemos cintas, revisemos documentos y visitemos pasillos, nos quedará la impronta de que está todo decidido, que nosotros solamente estamos ahí para acompañar a John, no para dirigirlo. Al menos la secuencias tienen buena calidad, dentro de la modesta producción que es. Ni decorados de enjundia ni vistosos efectos, aquí todo resulta sobrio como la oficina de un notario. La resolución de la imagen es más que aceptable, y los elementos “adicionales” incrustados en pantalla con los que interactuamos (como las libretas o los monitores) encajan bien dentro de la mecánica jugable. Nosotros elegiremos las opciones de John con un puntero, pero si jugamos con la consola en modo portátil, además podremos utilizar la pantalla táctil para señalar nuestras decisiones. El audio está en inglés, aunque han tenido la bondad de localizar los subtítulos a un porrón de idiomas, entre ellos el castellano.

The Bunker es una película, no un videojuego. Y eso ocurre por la escasa jugabilidad, limitada a un puzle medio en serio y a una decisión de peso un par de minutos antes de terminar la aventura. En el camino, nos limitaremos a pulsar los iconos blancos para leer el texto secundario que aporta cimientos a la trama y para ver las secuencias de video. De éstas últimas, nos quedamos con los flashbacks de largo, al menos resultan más interesantes y aportan cosas al espectador. Si ya te has pulido todo el catálogo de Netflix y HBO y quieres ver un episodio piloto experimental de la BBC, en The Bunker encontrarás justo lo que buscas. Tan cortito como simple.

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The Bunker