Análisis de Wonder Boy: The Dragon’s Trap

NOTICIAS, PC, PS3 Y PS4

Versión analizada en Xbox One. Copa digital proporcionada por DotEmu SAS.

Para mí, Wonder Boy siempre será la recreativa de Sega del niño rubio en taparrabos que saltaba piedras, lanzaba hachas de piedra y montaba en monopatín. Luego llegaría a mi Game Gear Wonder Boy III – The Dragon’s Trap, un título extraño que se alejaba de la inmediatez de mi amaba recreativa. Hablamos de 1989. La decepción inicial dejó paso a una creciente admiración: se trataba de un aventura total en la que teníamos que explorar un enorme (para la época) mundo lleno de trampas y monstruos mientras mejorábamos el equipamiento de nuestro héroe y acumulábamos las distintas maldiciones que nos convertían en animales. Para que nos entendamos, un metroidvania antes que Castlevania optara por ese sistema de juego. Sí, ya, algunos ni sabéis de qué estoy hablando. El caso es que Lizardcube, desarrolladora parisina que cuenta entre sus filas con gente que lleva en la industria la tira de tiempo, ha querido hacer un remake del juego como carta de presentación. Otro remake, pensaréis la mayoría. Pues no. Han hecho el REMAKE.

El juego es exactamente el mismo… pero parece otro por completo. Nuestr@ valiente guerrer@ (por primera vez podremos escoger entre chico o chica) se adentrará en el castillo para enfrentarse al temible Mekadragón, pero con su último aliento de vida, la maligna criatura hechizará a nuestro personaje con una maldición que lo transformará en lagarto. A partir de aquí, tendremos que buscar la manera de volver a nuestra forma humana mientras abrimos cofres de tesoros, compramos pertrechos (espadas, escudos y armaduras) y eliminamos a toda la fauna que compone el bestiario de Monster Land. El que se sepa el recorrido de memoria de haberlo jugado en su día, tendrá casi todo hecho, pero se sorprenderá al encontrarse seis zonas adicionales concretas. Ojalá todos esos remásteres y ediciones definitivas que están tan de moda tuvieran nuevo contenido como ocurre con el juego que hoy nos ocupa. Ha eso debemos de sumar una galería de arte, música y diseños realmente preciosa. Bien por Lizardcube.

A la memoria nos llega DuckTales – Remastered, que cogía el juego de NES y nos mostraba un precioso diseño de dibujos animados. Pues algo así han hecho con este Wonder Boy: The Dragon’s Trap pero multiplicado por mil. Parece un juego totalmente diferente, con una animación muy cuidada y una re-interpretación de los diseños originales que roza la perfección. Para constatar este hecho, podremos alternar entre los gráficos pixelados del original y los nuevos con solo pulsar un botón, de igual forma que vimos en The Secret of Monkey Island: Special Edition o Halo: Combat Evolved Anniversary. De hecho, entre los saltitos, los combates y la exploración, estaremos más tiempo cambiando entre el estilo vintage y el nuevo en cada pantalla, solamente para deleitarnos con los bellos fondos y los fantásticos diseños creados para la ocasión. La banda sonora también ha sido actualizada y lo cierto es que suena de maravilla. Resulta encomiable la labor realizada sobre un título tan antiguo (1080p y 60fps en todas las versiones), ahora nos queda la curiosidad por saber de qué son capaces la gente de Lizardcube desde cero.

La jugabilidad permanece inalterada… pero la verdad es que se juega mucho mejor con los gráficos nuevos que con los añejos, como comprobaremos al pasar de un estilo a otro. La inercia del movimiento (correr y saltar) resulta mucho más intuitivo que en la versión original, aunque los jugadores que no estén acostumbrados a esa precisión tan de otra época, pueden sentirse fuera de lugar. El juego es complicado, por las peculiaridades del manejo y lo enrevesado del escenario, multitud de puertas que nos conectan un lugar con otro hasta que demos con la ruta más beneficiosa. Lo mejor de todo es volver a visitar las zonas cuando tengamos en nuestro poder todas las “maldiciones”, ya que cada una permite una transformación con nuevos movimientos que abren nuevas posibilidades (en esta fauna tendremos lagarto, león, piraña, águila y ratón). Se ha añadido un sistema de guardar la partida como dios manda, pero también está el sistema original en el que debíamos apuntar un código compuesto de números y letras para continuar desde ese mismo punto. Los tres niveles de dificultad ayudan a que tanto los más veteranos que ya se lo conocen de memoria como los imberbes novatos puedan disfrutarlo sin problemas.

No estamos ante el enésimo título remasterizado que viaja en el tiempo para reivindicar que cualquier tiempo pasado fue mejor, estamos ante un juego de hace casi treinta años que se ve y se siente como si fuera completamente actual. Nada de un par de filtros y retoques, hecho todo de nuevo como deberían actualizarse todos los títulos que quieren vivir una segunda juventud. Claro que a cambio se le notan los años, los achaques. La treintena se nota, sobre todo en el control, en la dificultad y en que podremos acabarlo en un par de tardes a poco que le cojamos el tino (dura entre seis y ocho horas). Un título que enamora por su apartado técnico y por un diseño superlativo, pero que a la hora de la verdad, cuando nos sinceramos, nos da pena que no hubieran apostado por planteamiento original, una hipotética continuación con un sistema jugable actual. Ya sabéis, con más transformaciones, más objetos y más niveles. En cualquier caso, un título imprescindible para los que jugaron al original y para los amantes de los gráficos en dos dimensiones.

More:  

Análisis de
Wonder Boy: The Dragon’s Trap